Ayoreos
Conocí a los Ayoreos en el 2013, después de dos años en Perú me trasladé a Roboré, un pequeño pueblo militar en Bolivia cerca de la frontera con Brasil, en el departamento de Santa Cruz de la Sierra.
Quien nunca ha visto a un pueblo nómade tiene el natural deseo de juzgar su estilo de vida incomprensible, los ayoreos no tienen nada en casa, apenas lo indispensable para vivir, son recolectores modernos, muy pocos de ellos trabajan la tierra y la mayoría se dedica a pedir dinero o alimentos por las calles, al menos eso fue lo que yo vi. Están presentes en toda la Chiquitanía boliviana, ya los había visto años antes en San José de Chiquitos y en Santa Cruz pidiendo dinero en la estación de trenes.
La primera vez que fui a la comunidad de Urucú me sorprendió que en sus casas habían quitado ventanas y puertas de madera para venderlas en el pueblo, después me enteré que años atrás un sacerdote había conseguido dinero en Europa para la construcción de 12 viviendas paras las familias ayoreas que vivían en la zona y que a los pocos días de ser entregadas ya se habían desecho de todo lo que consiguieron vender. Los Ayoreos no tienen un sentido de pertenencia, ni de trabajar para obtener sus bienes, normalmente las consiguen por obra de caridad. En la actualidad muchas casas están vacías, las ocupan durante el tiempo que están en la comunidad y las dejan para otras familias cuando deciden seguir viajando.
Al momento de hacer las primeras fotografías había cinco familias en la comunidad, una escuela unidocente con no más de 7 alumnos. Durante 4 años la visité en reiteradas ocasiones para para ayudar en la escuela y para realizar actividades con los más pequeños. Una de las cosas que me llamó mucho la atención fue que los niños al principio se acercan con mucha desconfianza y una vez que ya lograste interactuar con ellos, se cuelgan de tu cuello y están todo el tiempo pidiendote que le des dinero o que les regales alguna cosa, desde pequeños van formando la costumbre de pedir para sobrevivir.