“La historia de Job y una capilla que tampoco tiene vestido”

Sin los grandes templos, ni la pomposidad de los rituales tradiciones de la Iglesia, en la sencillez de la amazonia peruana, allí en un rinconcito escondido frente a Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), en la Triple Frontera amazónica, en una pequeña isla en el departamento de Loreto, perteneciente al Vicariato de San José del Amazonas (Perú) el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción, la comunidad de esta pequeña capilla le dio la bienvenida a 12 nuevos miembros a la Iglesia Católica.

El inicio estaba marcado a las 8:30 de la mañana, pero como es típico en la amazonía los horarios son indicativos y nunca exactos, a eso de las 9:00 el P. Valerio, un jesuita brasileño residente en Leticia, comenzó la celebración. 11 niños y niñas y una madre que junto con su hija decidió recibir el sacramento del Bautismo. Junto a ellos también tres de los cuatro catequizados recibieron la Primera Comunión.

Únicamente Job decidió no asistir. Tan sólo tiene 11 años y una gran voluntad que lo anima a ayudar en cada celebración para preparar la capilla y hace lo propio para dejarla bien acomodada al finalizar. Antes de la pandemia asistió regularmente y con ilusión a catequesis para poder recibir su Primera Comunión junto a sus compañeros. Sin embargo, Job no poseía una vestimenta adecuada para la ocasión y decidió recibir la Primera Comunión desde la simplicidad que lo caracteriza, la siguiente semana.

En el mes de marzo todos los ritos y reuniones en la Isla fueron cancelados. Tan sólo hace algunas semanas que se logró tener la celebración de la Palabra en la capillita de Santa Rosa. El estado de la pequeña capilla es delicado. Tampoco ella viste adecuada. Debido a la crisis económica provocada por la pandemia, las necesarias obras de reestructuración han debido postergarse indefinidamente y la delicada estructura continúa luchando para mantenerse en pie contra la lluvia y el cambiante clima amazónico. Viendo su interior lleno de fieles cabe pensar que es la fe de las familias y la ilusión de los niños lo que mantienen esta capillita en pie. Si la “fe mueve montañas”, también pudiera ser que mantenga en pie este lugar.

Ni las dificultades del clima, ni las precarias condiciones de la capilla, tampoco las medidas de seguridad contra la pandemia nublaron la alegría de una comunidad de la isla de Santa Rosa que el día 8 de diciembre y teniendo a la Virgen Inmaculada de testigo recibía a los nuevos miembros de la Iglesia Católica.